El cuerpo humano esta compuesto aproximadamente por 50-70% de agua, elemento esencial para la vida, dependiendo del género, la edad y la proporción músculo/grasa de las personas; por lo tanto se puede decir, de cierto modo, que somos lo que bebemos.
Para aquellos que manufacturan alimentos o productos bebestibles que contienen agua como ingrediente, que usan el agua para la producción o en otros procesos de la industria saben que la calidad y seguridad del agua tiene un impacto significante en la calidad de los productos finales. Tal como con nuestro cuerpo, la calidad de este dependerá de la calidad de lo que comemos.
El agua puede ser adulterada por un gran número de peligros químicos, físicos y microbiológicos con riesgo potencial para la salud si ellos están presentes en un nivel alto. Los peligros microbiológicos incluyen a patógenos como E. coli, Salmonella y Listeria monocytogenes, Vibrio cholerae, virus y parásitos tales como la Hepatitis A, Giardia y Cryptosporodium parvum. Los peligros químicos van desde la presencia de plomo, cobre, trihalometanos (TTHM), arsénico y benceno, por nombrar solo algunos. Los peligros físicos pueden incluir la presencia de partículas naturales, vidrio y fragmentos de metales. La presencia potencial de cualquiera de estos peligros en el agua requiere que los manufacturadores desarrollen estrategias sólidas de calidad del agua y de supervisión de la seguridad.
El desarrollo de programas de monitoreo del agua basados en el riesgo o planes de seguridad del agua como parte de programas HACCP es una excelente manera de asegurar un control efectivo para el agua y así prevenir la exposición a los distintos tipos de peligros.
Aporte: Fernanda Astudillo
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