El plomo de los perdigones que se utilizan para cazar puede dejar rastro en la carne de los animales capturados.
Si bien hace unos años se creía que el riesgo de contaminación de la carne abatida con perdigones de plomo era pequeño porque éste se eliminaba de la res muerta o se quitaba durante la preparación de la carne, los estudios realizados por expertos de la Fundación para las Aves Acuáticas y los Humedades, en colaboración con investigadores británicos y del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, realizada sobre seis especies de caza del Reino Unido, da cuenta de que el riesgo a la exposición de plomo es mayor del que se podría esperar, sobre todo en grupos de población más vulnerables, como niños y personas con un alto consumo de esta carne.
Para el estudio, todas las reses muertas se han cocinado al horno (excepto las plumas, vísceras y cabezas). Los resultados de la investigación demuestran que entre el 20% y el 87,5% de las muestras superan el nivel máximo de plomo que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros (1,75 mg en la ingesta semanal en una persona de 70 kilos). La Unión Europea establece como nivel máximo de plomo en carne de aves de corral (cuyo consumo es más alto que el de la carne de caza) en 0,1 microgramos de plomo por gramo de tejido.
Durante la investigación, los expertos han cocinado las piezas de carne y después han retirado los perdigones. La visualización a través de una radiografía ha mostrado que aunque se retire el perdigón, se mantienen las concentraciones del metal, sobre todo si se ha aplicado una cocción ácida, en la que se reduce de forma significativa el pH (en un medio con un pH bajo, es más fácil la disolución del plomo).
Los síntomas más característicos tras un exceso de este metal en los alimentos son daños renales, anemia e hipertensión. Para reducir estos riesgos ya se buscan desde hace tiempo alternativas al plomo. De ahí que las balas elaboradas con este metal se hayan empezado a sustituir por otros materiales como el cobre, el acero para caza menor y el bismuto para especies como conejos y liebre. También es de suma importancia del cazador y los consumidores, con respecto a enfermedades de animales y de cómo manipular esta carne para garantizar un consumo seguro.
Aporte: Carolina Díaz López
Fuente:http://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/sociedad-y-consumo/2010/06/16/193735.php
Si bien hace unos años se creía que el riesgo de contaminación de la carne abatida con perdigones de plomo era pequeño porque éste se eliminaba de la res muerta o se quitaba durante la preparación de la carne, los estudios realizados por expertos de la Fundación para las Aves Acuáticas y los Humedades, en colaboración con investigadores británicos y del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, realizada sobre seis especies de caza del Reino Unido, da cuenta de que el riesgo a la exposición de plomo es mayor del que se podría esperar, sobre todo en grupos de población más vulnerables, como niños y personas con un alto consumo de esta carne.
Para el estudio, todas las reses muertas se han cocinado al horno (excepto las plumas, vísceras y cabezas). Los resultados de la investigación demuestran que entre el 20% y el 87,5% de las muestras superan el nivel máximo de plomo que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros (1,75 mg en la ingesta semanal en una persona de 70 kilos). La Unión Europea establece como nivel máximo de plomo en carne de aves de corral (cuyo consumo es más alto que el de la carne de caza) en 0,1 microgramos de plomo por gramo de tejido.
Durante la investigación, los expertos han cocinado las piezas de carne y después han retirado los perdigones. La visualización a través de una radiografía ha mostrado que aunque se retire el perdigón, se mantienen las concentraciones del metal, sobre todo si se ha aplicado una cocción ácida, en la que se reduce de forma significativa el pH (en un medio con un pH bajo, es más fácil la disolución del plomo).
Los síntomas más característicos tras un exceso de este metal en los alimentos son daños renales, anemia e hipertensión. Para reducir estos riesgos ya se buscan desde hace tiempo alternativas al plomo. De ahí que las balas elaboradas con este metal se hayan empezado a sustituir por otros materiales como el cobre, el acero para caza menor y el bismuto para especies como conejos y liebre. También es de suma importancia del cazador y los consumidores, con respecto a enfermedades de animales y de cómo manipular esta carne para garantizar un consumo seguro.
Aporte: Carolina Díaz López
Fuente:http://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/sociedad-y-consumo/2010/06/16/193735.php
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