
Estos científicos han utilizado la naturaleza como fuente de inspiración para el desarrollo de esta innovación. Ciertos virus, capaces de atacar con éxito a bacterias y conocidos como bacteriófagos, inyectan su material genético dentro de células bacterianas sanas. Gracias a ello, el bacteriófago logra apropiarse de una bacteria y la transforma en una pequeña fábrica que crea más bacteriófagos. Casi al final de su ciclo de vida, el bacteriófago original genera y libera enzimas líticas, que crean agujeros en las paredes celulares de la bacteria infectada. Los bacteriófagos fabricados escapan a través de estos agujeros y pasan a su vez a infectar a otras células bacterianas sanas.
La naturaleza utiliza pues las enzimas líticas para agujerear células bacterianas, y el equipo de Jonathan Dordick, Ravi Kane y Linda Schadler ha ideado un modo de aprovechar las mismas enzimas líticas para destrozar bacterias tales como L. monocytogenes y S. aureus resistente a la meticilina.
A fin de estabilizar las enzimas líticas capaces de matar a la bacteria de la listeriosis, los investigadores adhirieron estas enzimas a nanopartículas de sílice aprobadas por la Administración estadounidense de Alimentos y Medicamentos (FDA), creando una película ultradelgada. Este recubrimiento mata a las bacterias causantes de la listeriosis que entren en contacto con él, incluso a altas concentraciones, en pocos minutos, y sin afectar a otras bacterias que pueden ser beneficiosas. Cuando el tiempo de exposición llega a las 24 horas, el recubrimiento ya ha matado a todas las bacterias de la listeriosis presentes en concentraciones de hasta 100.000 bacterias por mililitro, una concentración bastante mayor que la presente normalmente en alimentos que provocan casos de intoxicación alimentaria.
Aporte: Patricia Urrutia
Fuente: http://noticiasdelaciencia.com
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